Es como si te hubieras saltado el tercer grado — dijo Alaska. No es necesario que te metas en problemas Entonces, voy a fumarme un cigarro. Me fui. El Coronel estaba siempre con Alaska y yo no estaba invitado. Mi respuesta a la pregunta era lo suficiente directa, en realidad.
Piensa en negro. Nos vemos el domingo. Eran las horas. Resulta que el rumano es un idioma. Todos estaban sentados sobre las bolsas de dormir.
La idea fue de Alaska —se rio—. Finalmente, el "Frente tres. Porque no lo soy —dijo Takumi. Solo estamos, ustedes saben, haciendo un poco de ruido. El plan estaba trazado y no dejaba espacio para errores. Yo me fui con Takumi. La puso sobre la suya.
Mi gorro de zorro. Solo se trata de correr. Mis piernas son buenas. Es solo correr. Corre, corre, corre, corre, corre. Y fuimos. Era mi turno de hacer el conteo. Para ahora, con seguridad ya estaba afuera. Los fuegos artificiales explotaron. Detenerse no era parte del plan. Nadie puede atrapar al Zorro. Takumi contaba. Empezaron los tronidos. Era mala publicidad. Nos levantamos. Un minuto. Esto era clave para el plan. Demasiado cercano a los salones de clase para correr hacia otro lado que no fuera el frente del lago.
El cisne. Aleteaba furioso mientras se nos acercaba. Luego dimos vuelta a la izquierda. Estaba preocupada. En pijama. Regresamos al granero, un poco avergonzados por haber reaccionado de esa manera. Y se lo facilitamos. Primero que nada, no nos van a atrapar. Segundo, si lo hacen, yo lo asumo junto con Alaska.
Si nos pican, sangramos. Nos pasamos la botella hasta que lo pude sentir en mi panza, avinagrado y tibio. El Coronel tampoco puede soltar ritmos. Y ya salimos. El tibio vino rosado de la botella, con el queso y las galletas saladas, formaron una buena cena.
El mejor narrador no tiene que beber. Brincamos por las piedras en el arroyo, que suena tonto pero no lo es. Digo, no hice nada. Lo que sea. Me gustaron los osos. A ella le gustaron los monos.
Fin de la historia. Yo pierdo. Con todos los padres. Y no la voy a comprar con una hipoteca. Al abrir la siguiente botella. Hay cosas peores que reprobar. Es para los impuestos. Tuvo uno budista, y la cremaron, pero antes de eso estaba sobre una… bueno, no era tanto budista.
Bueno, el caso es que estaba sobre una… como una pira funeraria o lo que sea. Tu turno, amiga. Yo gano. Ustedes beben. Lo hacen todo el tiempo. Luego dejamos de hacer preguntas. Llega un momento en que nos damos cuenta de que nuestros padres no se pueden salvar ellos mismo ni salvarnos a nosotros, que a todos lo que navegan por el tiempo, tarde o temprano, la corriente los arrastra hacia el mar, y que, en pocas palabras, todos nos vamos.
Todos nos vamos. Nada de esto se lo dije en voz alta a ella. No lo hice entonces ni nunca. Y yo que intentaba ser sexy. Para nada. Lara estaba envuelta en mis brazos, plegada en mi cuerpo.
Es hora de moverse. No grites. Hice el esfuerzo de no exhalar cerca de Lara mientras ella se desenredaba medio atontada de la bolsa de dormir. Caminamos lado a lado por el sendero de tierra deslavado de vuelta a la escuela.
El Zorro no puede con Strawberry Hill. Pero no lo vi en el gel. En el cabello de Jeff no se nota para nada. Pero Longwell y yo tendremos que conformarnos con el look de marineros. Hablaremos cuando hayan terminado, supongo. Pero nos besuqueamos. Estoy un poco adolorido, por lo del cisne. Como de la nada. Era tan atrevido.
Digo, no lo creo. En detalle. Le di un beso de despedida. A Gordo le chuparon la salchicha. Estoy demasiado borracho. Cero capas entre nosotros. Yo pensaba que la lengua era de lo que se trataba todo, pero ella era la experta. Esa bestia maldita, el drama se acerca. Nos movimos juntos, mi cuerpo entre sus piernas. No tuvimos sexo. Nunca nos desnudamos.
No importaba. Por favor. Enciende el carro cuando oigas el segundo cohete. Nos fuimos. No le dijimos: "No manejes. No le dijimos: "Insistimos en ir contigo". Todo, cualquier cosa, puede esperar". Demasiados reportes de progreso. Demasiado tomar en tan poco tiempo. No lo hagan. Pero necesitan ir al gimnasio ahora mismo. Debe tratarse del Anciano ahora. Al pobre bastardo ya no le quedaban muchas respiraciones.
Tan, tan borracho no estaba. El gimnasio ya estaba medio lleno para cuando llegamos. Estaba llorando, sin hacer ruido. Su boca. Es una broma. Vi a Kevin, con su corte militar y la cabeza escondida entre sus rodillas.
Luego vi al Coronel, con las rodillas dobladas hacia el pecho, acostado de lado en las gradas. El Coronel gritaba. Lo siento mucho. Lo siento. Era tarde. Iba por la carretera I justo al sur del centro. Una patrulla acababa de llegar a la escena. Creo que estaba muy embriagada.
Lo siento tanto. El Coronel y yo regresamos en silencio a nuestro dormitorio. Sus pies son muy grandes, demasiado grandes para su cuerpo corto, y los nuevos zapatos tenis, que usa desde que se orinaron en los viejos, se ven casi como zapatos de payaso.
Tenemos que levantarnos. El Coronel se da la vuelta, levanta el rostro del piso, me clava la mirada y me dice: —No. Lo siento tanto, Miles. Manejar borracha. Me tengo que ir. Ella estaba muerta. Y ahora. Pero ella fue quien les puso el nombre. Hizo una pausa. Eso fue en quinto de primaria. Nunca pensaba bien las cosas. Tan malditamente impulsiva. Te equivocas en una cosa y ella va y se muere. Me estoy volviendo loco. Me voy a caminar. Me siento tan revuelto por dentro. Siento como si pudiera morirme.
Nunca sabes. Y te fuiste. Cuando menos no hubo dolor. Hubo dolor. Nada es al instante. El arroz al instante tarda cinco minutos. Esa tarde, todos volvimos a entrar al gimnasio para una "asamblea del pueblo". Gracias a Dios que soy un hombre de litera inferior. Nada de besarnos.
Bueno, sesenta y siete de ida. Sesenta y siete de regreso. No, ciento treinta y cuatro. En la foto en blanco y negro trae su camiseta anaranjada de tirantes y los pantalones de mezclilla recortados que le llegaban hasta la mitad de sus muslos delgados. Con la boca bien abierta en una risa congelada, su brazo izquierdo tiene a Takumi en una llave de cabeza.
Su cabello cae apenas sobre su rostro, lo suficiente para oscurecer sus mejillas. Yo estaba tan cansado de aguantar su drama.
No me la puedo poner para un funeral. No la puedo utilizar para colgarme. No te mueras. Contraportada 1 bestselling author John Green like you've never read him before. With his brother, Hank, John is one half of the Vlogbrothers and co-created the online educational series CrashCourse.
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